Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
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MikuH
Mili Sánchez
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Sí hna, apúrale!! xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Capítulo 1 [Caroline’s PoV]
Caroline no pudo decir nada. No conocía lo suficiente a Adalia para saber que palabras decirle.
Pero por los rasgos de la chica de ojos azules y el chico, pudo adivinar que también eran Herondale. Por lo que James era su padre, y ella tuvo el sentimiento de perder a sus padres hace solo una semana.
La chica de ojos verdes se retiró silenciosamente con el medio transformado lobo, la chica ojiazul se agacho al lado de su madre y le susurró unas palabras mientras le daba ligeros golpecitos en la espalda. Por su expresión, Caroline adivinó que se aguantaba las lágrimas. El chico también hizo lo mismo. Duraron 10 minutos así y luego él se paró. Luego se paró con una expresión que Caroline no pudo adivinar y paso al lado de ella con un movimiento de la mano que decía “ven”.
Caroline miro solo un segundo más la escena, agarro su baúl, se levanto la falda y siguió al chico. Caroline noto ligeramente que tenía un cuerpo mas atlético que la mayoría de los cazadores de sombras.
-Ya te enseño tu habitación. Ah, y soy Herman Herondale. –tras decir su nombre, él le alargo la mano una mano sin siquiera mirarla.
Ella pensó que se debía a la muerte de su padre, y se la estrecho con pocas ganas.
-Caroline Lightwood. ¿Puedo llamarle Hermy? –pregunto con una sonrisa burlona. Herman le lanzó una mirada fugaz, sin ninguna expresión.
-Mis amigos me llaman así.-puso un especial énfasis en "amigos", por lo que Caroline supuso que el muchacho era bastante cerrado a nuevas personas.
-Bueno, solo mis padres y mi parabatai me llamaban “Carol”. –comentó ella. Herman no dijo nada, sino que se paró de repente.
-Esta es su habitación. Mañana Rachel le vendrá a buscar para llevarla al comedor. Seguro que se pierde si va sola.
-En realidad, he estado en muchos institutos. La estructura es normalmente la misma. –replico Caroline mientras se encogía de hombros.
-Por lo que se, la del instituto del Vaticano no es la misma. –repuso él mientras se iba.
Ella cerró la puerta. Caroline se recostó sobre la cama, pensando que seguramente lloraría lo que no había llorado desde hace una semana. Pero para su sorpresa, estaba demasiado cansada para llorar, por lo que se hundió en un sueño de sangre y muerte.
****
El humo impregnaba el aire, Caroline estaba un poco apartada tratando de no manchar su vestido blanco.
Estaba en el funeral del señor James Herondale. “Irónico. Vienes al funeral de un desconocido pero no al de tus padres”. Caroline se reprendió mentalmente por pensar eso.
Adalia y Amelia se encontraban llorando en otro rincón, Katherine las consolaba y Herman solo apretaba los labios mirando la cremación. Caroline se sintió como una intrusa. También en el desayuno de esa mañana.
Caroline se pasó todo el día en su habitación desempacando o tratando de dormir. También incluso haciéndose peinados raros en el espejo.
Ella era alta y esbelta y piel blanca. Sus ojos eran verdes, y el cabello suelto le caía ondulado y castaño por la espalda. Alguien toco la puerta.
Era Rachel, la criada.
-Señorita, ya es hora de la cena. ¿La ayudo a vestirse? –Caroline negó con la cabeza.
-No es necesario Rachel, ya lo haré yo.
La cena también fue bastante lúgubre. Adalia y su hija (Amelia) tenían los ojos hinchados y no probaban bocado. Herman tampoco comía, y su mirada era fría como el hielo. Herman la acompaño a su habitación.
Tampoco en el camino el dijo nada. Solo cuando llegaron frente a la habitación de Caroline.
-Buenas noches. –repuso él mientras se iba.
-Buenas noches Hermy. –se despidió Caroline. El se paro, pero ni siquiera se dio la vuelta.
-Le recuerdo que solo mis amigos me llaman así, señorita Lightwood, y yo no la considero como una amiga.
El se fue, dejándola a ella plantada en la puerta.
Caroline no pudo decir nada. No conocía lo suficiente a Adalia para saber que palabras decirle.
Pero por los rasgos de la chica de ojos azules y el chico, pudo adivinar que también eran Herondale. Por lo que James era su padre, y ella tuvo el sentimiento de perder a sus padres hace solo una semana.
La chica de ojos verdes se retiró silenciosamente con el medio transformado lobo, la chica ojiazul se agacho al lado de su madre y le susurró unas palabras mientras le daba ligeros golpecitos en la espalda. Por su expresión, Caroline adivinó que se aguantaba las lágrimas. El chico también hizo lo mismo. Duraron 10 minutos así y luego él se paró. Luego se paró con una expresión que Caroline no pudo adivinar y paso al lado de ella con un movimiento de la mano que decía “ven”.
Caroline miro solo un segundo más la escena, agarro su baúl, se levanto la falda y siguió al chico. Caroline noto ligeramente que tenía un cuerpo mas atlético que la mayoría de los cazadores de sombras.
-Ya te enseño tu habitación. Ah, y soy Herman Herondale. –tras decir su nombre, él le alargo la mano una mano sin siquiera mirarla.
Ella pensó que se debía a la muerte de su padre, y se la estrecho con pocas ganas.
-Caroline Lightwood. ¿Puedo llamarle Hermy? –pregunto con una sonrisa burlona. Herman le lanzó una mirada fugaz, sin ninguna expresión.
-Mis amigos me llaman así.-puso un especial énfasis en "amigos", por lo que Caroline supuso que el muchacho era bastante cerrado a nuevas personas.
-Bueno, solo mis padres y mi parabatai me llamaban “Carol”. –comentó ella. Herman no dijo nada, sino que se paró de repente.
-Esta es su habitación. Mañana Rachel le vendrá a buscar para llevarla al comedor. Seguro que se pierde si va sola.
-En realidad, he estado en muchos institutos. La estructura es normalmente la misma. –replico Caroline mientras se encogía de hombros.
-Por lo que se, la del instituto del Vaticano no es la misma. –repuso él mientras se iba.
Ella cerró la puerta. Caroline se recostó sobre la cama, pensando que seguramente lloraría lo que no había llorado desde hace una semana. Pero para su sorpresa, estaba demasiado cansada para llorar, por lo que se hundió en un sueño de sangre y muerte.
****
El humo impregnaba el aire, Caroline estaba un poco apartada tratando de no manchar su vestido blanco.
Estaba en el funeral del señor James Herondale. “Irónico. Vienes al funeral de un desconocido pero no al de tus padres”. Caroline se reprendió mentalmente por pensar eso.
Adalia y Amelia se encontraban llorando en otro rincón, Katherine las consolaba y Herman solo apretaba los labios mirando la cremación. Caroline se sintió como una intrusa. También en el desayuno de esa mañana.
Caroline se pasó todo el día en su habitación desempacando o tratando de dormir. También incluso haciéndose peinados raros en el espejo.
Ella era alta y esbelta y piel blanca. Sus ojos eran verdes, y el cabello suelto le caía ondulado y castaño por la espalda. Alguien toco la puerta.
Era Rachel, la criada.
-Señorita, ya es hora de la cena. ¿La ayudo a vestirse? –Caroline negó con la cabeza.
-No es necesario Rachel, ya lo haré yo.
La cena también fue bastante lúgubre. Adalia y su hija (Amelia) tenían los ojos hinchados y no probaban bocado. Herman tampoco comía, y su mirada era fría como el hielo. Herman la acompaño a su habitación.
Tampoco en el camino el dijo nada. Solo cuando llegaron frente a la habitación de Caroline.
-Buenas noches. –repuso él mientras se iba.
-Buenas noches Hermy. –se despidió Caroline. El se paro, pero ni siquiera se dio la vuelta.
-Le recuerdo que solo mis amigos me llaman así, señorita Lightwood, y yo no la considero como una amiga.
El se fue, dejándola a ella plantada en la puerta.
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Ése es mi Herman!! jajaja
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
tu herman ha herido a mi carol xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
es el principio de una rara amistad xD
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Capítulo 10
-Amelia.-Herman se arrodilló a su lado y la rodeó con un brazo.
Ella lloraba. Lloraba como nunca había llorado antes. Herman pudo sentir por su conexión parabatai que estaba destrozada por dentro. Recordó las palabras de Balban: “Planeo matarte de todos modos, tanto por dentro como por fuera”. Lo había roto por dentro con esto. Supo entonces que la próxima vez que viera a Balban, uno de los dos moriría, él o Balban, y desde luego Herman prefería que muriera el Demonio.
-Amelia.-repitió.- Creo…-
Se le hizo más difícil hablar cuando se apretó a su pecho y rompió a llorar aún más fuerte que antes.
-Dime que esto es un sueño.-sollozó.- Que nada de esto ha pasado.-
Herman no contestó. La apretó un poco más contra su pecho y miró hacia Excentrius y Katherine. Él estaba recostado contra la pared, obviamente aún dolorido, pero bastante mejor.
Herman le hizo señas a Katherine y le articuló con los labios las palabras “Sal al pasillo, encontrarás una vampiresa viva, tráela dentro”.
Katherine enarcó las cejas, pero salió sin rechistar y volvió arrastrando a Herminia, que tenía sangre por todas partes, sangre que no tenía forma de alcanzar.
Herman puso las manos en el cuello de Amelia y le levantó la cara lentamente, preparándose para ser insultado y, posiblemente, pegado, pero nada de eso sucedió.
-Amy, -empezó.- Herminia está casi muerta y…-
Y Amelia pareció entender.
-¿Vas a darle la sangre de papá?-inquirió, con lágrimas en los ojos; le agarró las muñecas con las manos.- Herman, es sangre de nefilim, no sabemos…-pero Herman la interrumpió.
-Amy, -volvió a empezar Herman.- por todas las veces que he hecho lo que me has pedido sin rechistar, y por todos los mundanos que he matado porque no querías casarte con ellos, déjame hacer esto.-pidió.
Su voz, sin embargo, se dijo Amelia, sonaba hueca, sin nada para saber si lo decía para molestarla o hablaba en serio, pero su hermano nunca bromeaba. Al menos, no le hacía bromas a ella.
Amelia tragó saliva.
-Sólo porque lo pides tú.-dijo.- De ser otro…-se calló abruptamente. No hacía falta decir todo eso delante de Katherine, después de todo.
Herman se volvió hacia Katherine y asintió con la cabeza; ella ayudó a Herminia a tomar sangre de James, que estaba esparcida por todas partes.
Excentrius soltó una queja.
-¿Cómo la dejas beber sangre de tu padre, sangre de nefilim?-dijo.- Esa sangre…-hizo una mueca de dolor y se agarró el estómago en la parte donde estarían sus intestinos.- En esa sangre hay sangre de ángel.-dijo.- Y los vampiros son impuros, morirá bebiéndola.-
Pero Herminia no murió en absoluto. Bebió toda la sangre como pudo. Herman incluso la dejó llevarse la sangre que le quedaba a su difunto padre dentro del cuerpo. Cuando hubo terminado, ella se recostó contra la pared de tierra.
-¿Qué decías, licántropo? No me atraganto con el nombre de Dios.-dijo.- ¿Por qué iba a morir por beber sangre de nefilim? ¿Porque hay un porcentaje de sangre de ángel en ella? ¡Bah!-
Excentrius pareció contrariado.
-Calla, submundo.-
Herminia rió.
-Resulta irónico viniendo de ti.-
-¡¿PUEDEN CALLARSE?!-gritó Katherine.- ¡Tú, Excentrius, eres un estúpido.-le soltó; él alzó las cejas luego de que Katherine se girara hacia a Herminia.- ¡Y tú una desagradecido, vampiro!-le gritó.- ¡Acaban de dejarte beber la sangre de su padre muerto, y tú te dedicas a pelearte con el imbécil de mi hermano!-las aletas de su nariz estaban hinchadas.
Katherine lanzó un cuchillo al suelo, un kindjae, y éste se enterró hasta el mango.
* * *
El funeral no duró mucho. Las Marcas rojas le resultaban desconocidas a Herman. Nunca antes había enterrado a ningún pariente. Cuando su abuelo había muerto, él aún no vivía, y los padres de su madre habían muerto jóvenes.
Estaba de pie mirando el fuego con los labios apretados. La chica nueva, Caroline Lightwood, estaba un poco más allá echando miradas de vez en cuando.
Amelia y Katherine consolaban a Adalia entre ambas, aunque a Herman le pareció que Katherine las consolaba a ambas. Él debería haber estado haciéndolo, pero seguía pensando en la forma en que su padre había muerto y las palabras que le había dedicado: “Cuida de tu hermana y tu madre. Ahora tú eres el hombre.”
Herman escudriñó alrededor con los ojos, sin girar demasiado la cabeza para poder seguir viendo la cremación de su padre. Distinguió a Excentrius sentado en su forma de lobo no muy lejos de donde estaban, pero nadie más parecía advertirlo.
Miró a la nueva, la tal Caroline Lightwood, y se preguntó cuánto sabría de pelear. Es decir, no es que en Idris enseñaran mal, todo lo contrario, pero él tenía ya más batallas que cualquier Cazador de Sombras que, incluso, perteneciese a La Clave. Se tomaría él mismo el atrevimiento de entrenarla a ella y a Amelia ahora que James ya no estaba.
>>Sí. Tendré que hacer eso.<< se dijo. >>Y darle caza a Balban.<< se prometió a sí mismo. Vengaría a su padre.
Dejó de pensar en eso y volvió a buscar a Excentrius con la mirada para hacerle señas de que se acercara, pero no lo encontró otra vez. El muy maldito debería haberse ido otra vez con su manada, o habría cambiado de lugar, o quizás simplemente había hecho acto de presencia y ya se había ido.
Volvió a ojear el cadáver de su padre. Ya poco quedaba. No le habían dicho nada a su madre sobre que le habían dado a Herminia Fairchild, una vampiresa, la sangre de James Herondale. Adalia habría enloquecido, o algo por estilo.
Por un fugaz segundo trabó la mirada con Caroline Lightwood y sintió una punzada de algo, no supo identificar qué.
Tranquilamente él podría decidir que la quería como esposa y aunque ella no quisiera tendría que casarse… pero a él no le gustaba hacer eso. Se ganaba las cosas, y se las ganaba con honor. No como esos mundanos con dinero que habían llegado pretendiendo a Amelia y fingiendo ser buenos y modestos. No sentía ningún resentimiento por haberlos matado a todos.
Pasadas unas horas, se dirigió adentro y se echó sobre la cama. Dormiría unas horas antes de la cena.
-Amelia.-Herman se arrodilló a su lado y la rodeó con un brazo.
Ella lloraba. Lloraba como nunca había llorado antes. Herman pudo sentir por su conexión parabatai que estaba destrozada por dentro. Recordó las palabras de Balban: “Planeo matarte de todos modos, tanto por dentro como por fuera”. Lo había roto por dentro con esto. Supo entonces que la próxima vez que viera a Balban, uno de los dos moriría, él o Balban, y desde luego Herman prefería que muriera el Demonio.
-Amelia.-repitió.- Creo…-
Se le hizo más difícil hablar cuando se apretó a su pecho y rompió a llorar aún más fuerte que antes.
-Dime que esto es un sueño.-sollozó.- Que nada de esto ha pasado.-
Herman no contestó. La apretó un poco más contra su pecho y miró hacia Excentrius y Katherine. Él estaba recostado contra la pared, obviamente aún dolorido, pero bastante mejor.
Herman le hizo señas a Katherine y le articuló con los labios las palabras “Sal al pasillo, encontrarás una vampiresa viva, tráela dentro”.
Katherine enarcó las cejas, pero salió sin rechistar y volvió arrastrando a Herminia, que tenía sangre por todas partes, sangre que no tenía forma de alcanzar.
Herman puso las manos en el cuello de Amelia y le levantó la cara lentamente, preparándose para ser insultado y, posiblemente, pegado, pero nada de eso sucedió.
-Amy, -empezó.- Herminia está casi muerta y…-
Y Amelia pareció entender.
-¿Vas a darle la sangre de papá?-inquirió, con lágrimas en los ojos; le agarró las muñecas con las manos.- Herman, es sangre de nefilim, no sabemos…-pero Herman la interrumpió.
-Amy, -volvió a empezar Herman.- por todas las veces que he hecho lo que me has pedido sin rechistar, y por todos los mundanos que he matado porque no querías casarte con ellos, déjame hacer esto.-pidió.
Su voz, sin embargo, se dijo Amelia, sonaba hueca, sin nada para saber si lo decía para molestarla o hablaba en serio, pero su hermano nunca bromeaba. Al menos, no le hacía bromas a ella.
Amelia tragó saliva.
-Sólo porque lo pides tú.-dijo.- De ser otro…-se calló abruptamente. No hacía falta decir todo eso delante de Katherine, después de todo.
Herman se volvió hacia Katherine y asintió con la cabeza; ella ayudó a Herminia a tomar sangre de James, que estaba esparcida por todas partes.
Excentrius soltó una queja.
-¿Cómo la dejas beber sangre de tu padre, sangre de nefilim?-dijo.- Esa sangre…-hizo una mueca de dolor y se agarró el estómago en la parte donde estarían sus intestinos.- En esa sangre hay sangre de ángel.-dijo.- Y los vampiros son impuros, morirá bebiéndola.-
Pero Herminia no murió en absoluto. Bebió toda la sangre como pudo. Herman incluso la dejó llevarse la sangre que le quedaba a su difunto padre dentro del cuerpo. Cuando hubo terminado, ella se recostó contra la pared de tierra.
-¿Qué decías, licántropo? No me atraganto con el nombre de Dios.-dijo.- ¿Por qué iba a morir por beber sangre de nefilim? ¿Porque hay un porcentaje de sangre de ángel en ella? ¡Bah!-
Excentrius pareció contrariado.
-Calla, submundo.-
Herminia rió.
-Resulta irónico viniendo de ti.-
-¡¿PUEDEN CALLARSE?!-gritó Katherine.- ¡Tú, Excentrius, eres un estúpido.-le soltó; él alzó las cejas luego de que Katherine se girara hacia a Herminia.- ¡Y tú una desagradecido, vampiro!-le gritó.- ¡Acaban de dejarte beber la sangre de su padre muerto, y tú te dedicas a pelearte con el imbécil de mi hermano!-las aletas de su nariz estaban hinchadas.
Katherine lanzó un cuchillo al suelo, un kindjae, y éste se enterró hasta el mango.
* * *
El funeral no duró mucho. Las Marcas rojas le resultaban desconocidas a Herman. Nunca antes había enterrado a ningún pariente. Cuando su abuelo había muerto, él aún no vivía, y los padres de su madre habían muerto jóvenes.
Estaba de pie mirando el fuego con los labios apretados. La chica nueva, Caroline Lightwood, estaba un poco más allá echando miradas de vez en cuando.
Amelia y Katherine consolaban a Adalia entre ambas, aunque a Herman le pareció que Katherine las consolaba a ambas. Él debería haber estado haciéndolo, pero seguía pensando en la forma en que su padre había muerto y las palabras que le había dedicado: “Cuida de tu hermana y tu madre. Ahora tú eres el hombre.”
Herman escudriñó alrededor con los ojos, sin girar demasiado la cabeza para poder seguir viendo la cremación de su padre. Distinguió a Excentrius sentado en su forma de lobo no muy lejos de donde estaban, pero nadie más parecía advertirlo.
Miró a la nueva, la tal Caroline Lightwood, y se preguntó cuánto sabría de pelear. Es decir, no es que en Idris enseñaran mal, todo lo contrario, pero él tenía ya más batallas que cualquier Cazador de Sombras que, incluso, perteneciese a La Clave. Se tomaría él mismo el atrevimiento de entrenarla a ella y a Amelia ahora que James ya no estaba.
>>Sí. Tendré que hacer eso.<< se dijo. >>Y darle caza a Balban.<< se prometió a sí mismo. Vengaría a su padre.
Dejó de pensar en eso y volvió a buscar a Excentrius con la mirada para hacerle señas de que se acercara, pero no lo encontró otra vez. El muy maldito debería haberse ido otra vez con su manada, o habría cambiado de lugar, o quizás simplemente había hecho acto de presencia y ya se había ido.
Volvió a ojear el cadáver de su padre. Ya poco quedaba. No le habían dicho nada a su madre sobre que le habían dado a Herminia Fairchild, una vampiresa, la sangre de James Herondale. Adalia habría enloquecido, o algo por estilo.
Por un fugaz segundo trabó la mirada con Caroline Lightwood y sintió una punzada de algo, no supo identificar qué.
Tranquilamente él podría decidir que la quería como esposa y aunque ella no quisiera tendría que casarse… pero a él no le gustaba hacer eso. Se ganaba las cosas, y se las ganaba con honor. No como esos mundanos con dinero que habían llegado pretendiendo a Amelia y fingiendo ser buenos y modestos. No sentía ningún resentimiento por haberlos matado a todos.
Pasadas unas horas, se dirigió adentro y se echó sobre la cama. Dormiría unas horas antes de la cena.
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
siguiendo la conversación...
se
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Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
y si, Carol es buena cazadora xD
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Eso está por verse xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
*lo esquiva*
¿Me lanzarás algo más, hermana querida? xD
¿Me lanzarás algo más, hermana querida? xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
*vuelve a esquivarlo*
Bueno, che, ya fue!! xD
Bueno, che, ya fue!! xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
*le da un abrazo*
ay ay ay, lo que uno aguanta por una hermana ajajajajja
ay ay ay, lo que uno aguanta por una hermana ajajajajja
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
y yo lo q aguanto a mi hermano xD lo q es ironico ya q yo solo tengo hermanas xD
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Tu hermano soy yo y ni siquiera me conoces cara a cara, vaya conexión xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Capítulo 11
Entró caminando en el cementerio de mala gana.
Los Hermanos Silenciosos usarían ahora las cenizas de James para sus edificios.
Herman estaba intentando no mirar a Adalia ni a Amelia. Las Marcas rojas todavía brillaban en la piel de él. Podían vérsele a través de la fina camisa blanca que llevaba puesta.
Herman no acompañó a su madre ni a su hermana. Ya había visto más de lo que podía soportar. Los Hermanos Silenciosos no lo obligarían a ir, así que sencillamente se quedaría allí esperando.
Quería pensar que nada de eso estaba sucediendo realmente, y de un segundo a otro se sorprendió a sí mismo con las manos sobre la cara y llorando.
Oyó unos pasos y miró por entre sus dedos quién era.
Caroline. Caroline Lightwood. La nueva. La había menospreciado la noche anterior; ahora estaba pensando que había sido grosero.
Ella lo miró desde arriba un segundo y luego dijo:
-Sé lo que es perder a un padre.-
Herman se sintió aún peor. La noche anterior la había dejado con las palabras en la boca, e incluso le había refregado en la cara que no eran amigos y demás… y ahora ella intentaba consolarlo.
No contestó nada por un momento o dos, luego, sin levantar la cabeza, dijo en voz baja:
-No debería haber… No tendría que haberte…-se corrigió. Las palabras se le amontonaban en la boca. Nunca había pensando que la muerte de su padre le daría tanta desesperación, incluso siendo casi mayor.
Caroline levantó ambas manos.
-Está bien.-le dijo.- No te castigues. Entiendo tu mal humor.-
Genial. Eso sólo hacía que se sintiera aún peor.
Iba a decir algo cuando se dio cuenta de que alguien los observaba. Miró alrededor con los ojos picando y vislumbró a un Hermano Silencioso allí de pie, con el rostro en sombras.
Por qué estaba ahí, él no lo sabía, pero se puso de pie como pudo y se dispuso a preguntarle algo.
-Hermano, -el tipo lo miró, su rostro envuelto en sombras.- ¿sabe usted de dónde vino Balban? ¿Quién lo invocó?-
El Hermano Silencioso no dijo nada por un momento o dos, luego su voz sonó en la cabeza de Herman y en la de Caroline.
“El Demonio del engaño fue convocado por un brujo. Por eso los estaba buscando.” dijo, y su voz sonó seca.
-¿Buscándonos?-inquirió Herman.- ¿Para qué?-
“Queremos proponerles algo.” dijo, y se giró sin decir nada más. “Vengan por aquí.”
* * *
La sala del Consejo de los Hermanos Silenciosos no tenía igual [para la descripción, ver Ciudad de Huesos] y en el suelo estaban las “Estrellas Parlantes”.
Un Hermano Silencioso estaba ubicado al frente, con otros dos a sus lados, como formando un triunvirato. Contra la pared derecha, había multitud de Hermanos Silenciosos, que miraban hacia Herman y Caroline sin ninguna expresión concreta. Llevaban las caras tapadas con las capuchas. Enfrente de esos Hermanos, había otro grupo igual de numeroso
Herman estaba mirándolos cuando una voz sonó en su cabeza.
“Los hemos traído hasta aquí para decirles quién ha invocado al Demonio Mayor, Balban, el Demonio del engaño.”
-Y bien, Hermano, ¿quién lo ha invocado?-inquirió Herman.
El Hermano del medio del trío que tenían delante se puso de pie.
Herman no había reparado en que había tenido delante de él una copa.
>>La Copa Mortal.<< descubrió con asombro. La copa que Raziel había dado a Jonathan Cazador de Sombras.
Y en la pared, entre hileras de cuchillos serafines, resplandecía, casi con luz propia, la Espada Mortal.
“Hablaremos con ustedes por separado. Nada de lo que digan lo escuchará el otro, ni nada de lo que se les diga tampoco. Herman Herondale, hablará con la fila de la izquierda. Caroline Lightwood, con la de la derecha.”
Mientras Herman se aproximaba a los Hermanos, uno de ellos se puso de pie y comenzó a hablar.
“Dieter Blasón.” dijo el Hermano que se había levanto. “Ese brujo lleva dos siglos causándonos problemas.” añadió, y Herman notó cierta molestia en la voz del Hermano.
-¿Dos siglos?-inquirió Herman.- ¿Y cree que nosotros dos…?-
“No.” admitió el Hermano. “Pero creo firmemente que tú, ella, tu hermana y tu otra compañera tienen por enemigo al mismo brujo ahora que nosotros desde hace dos siglos.”
Herman asintió.
-Lo mataré con mis propias manos, Hermano. Le doy mi palabra.-
Herman creyó que, de haber podido, el Hermano Silencioso habría sonreído.
“Y ahora hay algo más que quiero decirte, Herman Herondale.” dijo el Hermano. Se quitó la capucha y Herman pudo verle la cara. Sólo se atrevió a ver que tenía la boca cocida, no pudo mirarlo a los ojos para ver si los tenía. El Hermano fue hasta la pared donde descansaban los cuchillos serafines y tomó la Espada Mortal. Se giró y regresó con ella en las manos. “Tómala.”
>>¿Qué?<< pensó Herman.
Se quedó tan atónito que el Hermano tuvo que chasquear los dedos y decir algo que Herman no comprendió para devolverlo a la realidad.
“…a cambio de tres juramentos.” venía diciendo el Hermano. “¿Comprendes?”
-Ah… sí.-dijo Herman, pero el Hermano sacudió la cabeza.
“No. No entiendes.” le dijo. “En cuanto tomes esta Espada de mis manos, estarás jurándome tres cosas. La primera es respecto a la Espada. Debes jurar que la devolverás y velarás por que nadie la robe. La segunda respecta a nosotros, el Consejo de Hermanos Silenciosos: no usarás la Espada-Alma para tu propio beneficio. Nunca y bajo ningún motivo. Y lo tercero y último, tiene que ver con ella.” señaló a Caroline. “Nunca, por nada del mundo, te desprenderás de ella mientras lleves esta Espada.” dijo, y le alargó el arma.
Herman no lo pensó. ¿Tres juramentos así de sencillos por usar a Maellartach para matar demonios? Ni hablar, se dijo. No había ni que pensarlo.
Alargó la mano y aferró la empuñadura. Era helada al tacto.
“Esta es tu última oportunidad de negarte.” dijo el Hermano. “En cuanto me la quites de las manos, estarás condenado a cumplir tus juramentos… o morir.” le adelantó.
Pero se lo dijo cuando Herman ya estaba levantando a Maellartach de las manos del Hermano.
Un momento después de que Herman balanceara a Maellartach para comprobar del todo su peso y la movilidad que podía darle, la voz del Hermano volvió a sonar en su cabeza, alta y clara.
“Ahora debo hacerte tres runas.” anunció. “El Ángel así lo exige para cada Cazador de Sombras que tome a Maellartach.”
Herman no iba a discutir con el Hermano.
Apoyó a Maellartach contra la pared un momento y se desprendió la camisa. Se la quitó cuidando de no dejarla caer y la sostuvo con una mano mientras el Hermano Silencioso con el que había estado hablando sacaba una estela de algún bolsillo que tuviese por ahí.
Dibujó tres runas en el pecho de Herman, formando un triángulo, dibujándolas todas encima de su corazón: una de las runas ataba a Herman a Maellartach, la otra lo ataba al Consejo de Hermanos Silenciosos, y la tercera lo ataba a Caroline Lightwood.
Herman no pudo decir cómo hizo el Hermano para dibujar todo aquello en tres runas raras, pero no dijo nada.
Sintió un tirón en el pecho cuando el Hermano dibujó la tercera runa. Supo que la conexión que ahora lo unía con Caroline era como la que tenía con Amelia. Parecida a la unión de parabatais.
>>Parecida.<< se recordó. >>No es igual.<<
* * *
No pudo evitar observar un momento a Caroline, que se tardaba un poco más con los Hermanos que él.
Finalmente, los dos volvieron escaleras arriba y se cruzaron con Amelia, Adalia y Katherine, que los miraron boquiabiertas.
-¿Esas cosas son…?-empezó Amelia.
-Dos de los Instrumentos Mortales.-corroboró Herman.- Maellartach.-balanceó la espada para que todos la vieran.
-Y la Copa.-Caroline la alzó a la altura de su cabeza.
-¿Para qué necesitamos la Espada-Alma y la Copa?-inquirió Katherine.
Herman suspiró.
-Parece que tendremos que hacerle una visita a un brujo.-dijo.- Dieter Blasón.-
Entró caminando en el cementerio de mala gana.
Los Hermanos Silenciosos usarían ahora las cenizas de James para sus edificios.
Herman estaba intentando no mirar a Adalia ni a Amelia. Las Marcas rojas todavía brillaban en la piel de él. Podían vérsele a través de la fina camisa blanca que llevaba puesta.
Herman no acompañó a su madre ni a su hermana. Ya había visto más de lo que podía soportar. Los Hermanos Silenciosos no lo obligarían a ir, así que sencillamente se quedaría allí esperando.
Quería pensar que nada de eso estaba sucediendo realmente, y de un segundo a otro se sorprendió a sí mismo con las manos sobre la cara y llorando.
Oyó unos pasos y miró por entre sus dedos quién era.
Caroline. Caroline Lightwood. La nueva. La había menospreciado la noche anterior; ahora estaba pensando que había sido grosero.
Ella lo miró desde arriba un segundo y luego dijo:
-Sé lo que es perder a un padre.-
Herman se sintió aún peor. La noche anterior la había dejado con las palabras en la boca, e incluso le había refregado en la cara que no eran amigos y demás… y ahora ella intentaba consolarlo.
No contestó nada por un momento o dos, luego, sin levantar la cabeza, dijo en voz baja:
-No debería haber… No tendría que haberte…-se corrigió. Las palabras se le amontonaban en la boca. Nunca había pensando que la muerte de su padre le daría tanta desesperación, incluso siendo casi mayor.
Caroline levantó ambas manos.
-Está bien.-le dijo.- No te castigues. Entiendo tu mal humor.-
Genial. Eso sólo hacía que se sintiera aún peor.
Iba a decir algo cuando se dio cuenta de que alguien los observaba. Miró alrededor con los ojos picando y vislumbró a un Hermano Silencioso allí de pie, con el rostro en sombras.
Por qué estaba ahí, él no lo sabía, pero se puso de pie como pudo y se dispuso a preguntarle algo.
-Hermano, -el tipo lo miró, su rostro envuelto en sombras.- ¿sabe usted de dónde vino Balban? ¿Quién lo invocó?-
El Hermano Silencioso no dijo nada por un momento o dos, luego su voz sonó en la cabeza de Herman y en la de Caroline.
“El Demonio del engaño fue convocado por un brujo. Por eso los estaba buscando.” dijo, y su voz sonó seca.
-¿Buscándonos?-inquirió Herman.- ¿Para qué?-
“Queremos proponerles algo.” dijo, y se giró sin decir nada más. “Vengan por aquí.”
* * *
La sala del Consejo de los Hermanos Silenciosos no tenía igual [para la descripción, ver Ciudad de Huesos] y en el suelo estaban las “Estrellas Parlantes”.
Un Hermano Silencioso estaba ubicado al frente, con otros dos a sus lados, como formando un triunvirato. Contra la pared derecha, había multitud de Hermanos Silenciosos, que miraban hacia Herman y Caroline sin ninguna expresión concreta. Llevaban las caras tapadas con las capuchas. Enfrente de esos Hermanos, había otro grupo igual de numeroso
Herman estaba mirándolos cuando una voz sonó en su cabeza.
“Los hemos traído hasta aquí para decirles quién ha invocado al Demonio Mayor, Balban, el Demonio del engaño.”
-Y bien, Hermano, ¿quién lo ha invocado?-inquirió Herman.
El Hermano del medio del trío que tenían delante se puso de pie.
Herman no había reparado en que había tenido delante de él una copa.
>>La Copa Mortal.<< descubrió con asombro. La copa que Raziel había dado a Jonathan Cazador de Sombras.
Y en la pared, entre hileras de cuchillos serafines, resplandecía, casi con luz propia, la Espada Mortal.
“Hablaremos con ustedes por separado. Nada de lo que digan lo escuchará el otro, ni nada de lo que se les diga tampoco. Herman Herondale, hablará con la fila de la izquierda. Caroline Lightwood, con la de la derecha.”
Mientras Herman se aproximaba a los Hermanos, uno de ellos se puso de pie y comenzó a hablar.
“Dieter Blasón.” dijo el Hermano que se había levanto. “Ese brujo lleva dos siglos causándonos problemas.” añadió, y Herman notó cierta molestia en la voz del Hermano.
-¿Dos siglos?-inquirió Herman.- ¿Y cree que nosotros dos…?-
“No.” admitió el Hermano. “Pero creo firmemente que tú, ella, tu hermana y tu otra compañera tienen por enemigo al mismo brujo ahora que nosotros desde hace dos siglos.”
Herman asintió.
-Lo mataré con mis propias manos, Hermano. Le doy mi palabra.-
Herman creyó que, de haber podido, el Hermano Silencioso habría sonreído.
“Y ahora hay algo más que quiero decirte, Herman Herondale.” dijo el Hermano. Se quitó la capucha y Herman pudo verle la cara. Sólo se atrevió a ver que tenía la boca cocida, no pudo mirarlo a los ojos para ver si los tenía. El Hermano fue hasta la pared donde descansaban los cuchillos serafines y tomó la Espada Mortal. Se giró y regresó con ella en las manos. “Tómala.”
>>¿Qué?<< pensó Herman.
Se quedó tan atónito que el Hermano tuvo que chasquear los dedos y decir algo que Herman no comprendió para devolverlo a la realidad.
“…a cambio de tres juramentos.” venía diciendo el Hermano. “¿Comprendes?”
-Ah… sí.-dijo Herman, pero el Hermano sacudió la cabeza.
“No. No entiendes.” le dijo. “En cuanto tomes esta Espada de mis manos, estarás jurándome tres cosas. La primera es respecto a la Espada. Debes jurar que la devolverás y velarás por que nadie la robe. La segunda respecta a nosotros, el Consejo de Hermanos Silenciosos: no usarás la Espada-Alma para tu propio beneficio. Nunca y bajo ningún motivo. Y lo tercero y último, tiene que ver con ella.” señaló a Caroline. “Nunca, por nada del mundo, te desprenderás de ella mientras lleves esta Espada.” dijo, y le alargó el arma.
Herman no lo pensó. ¿Tres juramentos así de sencillos por usar a Maellartach para matar demonios? Ni hablar, se dijo. No había ni que pensarlo.
Alargó la mano y aferró la empuñadura. Era helada al tacto.
“Esta es tu última oportunidad de negarte.” dijo el Hermano. “En cuanto me la quites de las manos, estarás condenado a cumplir tus juramentos… o morir.” le adelantó.
Pero se lo dijo cuando Herman ya estaba levantando a Maellartach de las manos del Hermano.
Un momento después de que Herman balanceara a Maellartach para comprobar del todo su peso y la movilidad que podía darle, la voz del Hermano volvió a sonar en su cabeza, alta y clara.
“Ahora debo hacerte tres runas.” anunció. “El Ángel así lo exige para cada Cazador de Sombras que tome a Maellartach.”
Herman no iba a discutir con el Hermano.
Apoyó a Maellartach contra la pared un momento y se desprendió la camisa. Se la quitó cuidando de no dejarla caer y la sostuvo con una mano mientras el Hermano Silencioso con el que había estado hablando sacaba una estela de algún bolsillo que tuviese por ahí.
Dibujó tres runas en el pecho de Herman, formando un triángulo, dibujándolas todas encima de su corazón: una de las runas ataba a Herman a Maellartach, la otra lo ataba al Consejo de Hermanos Silenciosos, y la tercera lo ataba a Caroline Lightwood.
Herman no pudo decir cómo hizo el Hermano para dibujar todo aquello en tres runas raras, pero no dijo nada.
Sintió un tirón en el pecho cuando el Hermano dibujó la tercera runa. Supo que la conexión que ahora lo unía con Caroline era como la que tenía con Amelia. Parecida a la unión de parabatais.
>>Parecida.<< se recordó. >>No es igual.<<
* * *
No pudo evitar observar un momento a Caroline, que se tardaba un poco más con los Hermanos que él.
Finalmente, los dos volvieron escaleras arriba y se cruzaron con Amelia, Adalia y Katherine, que los miraron boquiabiertas.
-¿Esas cosas son…?-empezó Amelia.
-Dos de los Instrumentos Mortales.-corroboró Herman.- Maellartach.-balanceó la espada para que todos la vieran.
-Y la Copa.-Caroline la alzó a la altura de su cabeza.
-¿Para qué necesitamos la Espada-Alma y la Copa?-inquirió Katherine.
Herman suspiró.
-Parece que tendremos que hacerle una visita a un brujo.-dijo.- Dieter Blasón.-
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
quee chulo :3 eoo amigo préstame la espada, que tengo a unos cuantos demonios por acá que necesitan que los exterminen xD
Arcángel Azrael- Tessa Gray
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Esta buenisimo... Mmm Que la cosa se pone interesante!!
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Capítulo 2 [C’s PoV]
Caroline solo había estado una vez en la Ciudad Silenciosa, por su ceremonia parabatai. Aunque no podía decir que siguiera siendo muy agradable.
Hoy cuando se llevaban el cadáver de James Herondale ella se había quedado en el cementerio con Herman –y para su sorpresa había llorado. Tal vez el si tuviera sentimientos.- un Hermano Silencioso había aparecido diciendo poder ayudar a Herman sobre Balban (el demonio mayor del engaño). Y ahora estaban de camino a la sala de los Hermanos Silenciosos.
Ahora Caroline hacía lo que podía para no tropezarse con el vestido mientras bajaba escalones con Herman al lado de ella con una antorcha en la mano. El hermano Silencioso iba, como su nombre indicaba, silencioso detrás de ellos.
Llegaron a la sala del Consejo. Había también antorchas alumbrando. Los Hermanos Silenciosos estaban como en un juicio, solo faltaba una silla para testificar. En el medio se encontraban tres hermanos, el del medio tenía enfrente la Copa Mortal, brillando tenuemente bajo la escasa luz. A la derecha, estaban 2 filas de lo que eran doce Hermanos Silenciosos, una fila frente a la otra. A la izquierda era igual. Todos estaban cubiertos por sus capuchas de color del pergamino. Detrás de las sillas del medio, estaba en la pared una espada hecha con el mismo material que los cuchillos seráficos. Obviamente, era la Espada Mortal, resplandeciendo más que todas las antorchas juntas.
El Hermano Silencioso del medio de en frente se paró y se levanto la capucha, revelando una cara sin ojos y con la boca cosida. Caroline reprimió un escalofrío mientras este hablaba en su mente.
"Hablaremos con vosotros por separado. Nada de lo que digan lo escuchará el otro, ni nada de lo que se les diga tampoco. Herman Herondale, usted hablará con la fila de la izquierda. Caroline Lightwood, usted con la de la derecha."
Caroline asintió sin mirar a ver si Herman había hecho lo mismo y fue con su fila. Los Hermanos Silenciosos empezaron a hablar dentro de su mente.
“Dieter Blasón.” Hablaron los veinticuatro. “Ese brujo lleva dos siglos causándonos problemas.”
Caroline pensó “¿Eh?”.
“El ha mandado a ese demonio, lo tiene bajo su control. Por lo que ahora, vosotros y la Hermandad tienen un enemigo en común.” Respondieron. “Tal vez esto le importe, Caroline Lightwood. Sus padres fueron engañados y asesinados por el brujo para atraer a Balban.”
Caroline miró al Hermano con incredulidad. Luego, el odio contra Dieter Blasón le ardió en la garganta, dándole ganas de gritar. Incluso en su mente, ella sonó fría y amenazante.
“En ese caso, hermano, cuente conmigo para mandar de regreso a ese brujo asqueroso de regreso al mundo infernal que pertenezca.”
El hermano asintió, luego, levanto la Copa Mortal.
“En ese caso, Caroline, necesitará esto.”
Ridículamente, ella se sorprendió más por el hecho de que no le dijera “Caroline Lightwood”.
Caroline tomo la copa más sorprendida que antes. Parecía normal, pero pesaba más de lo que pesaría una copa normal. Sin embargo, el hermano no había soltado la Copa.
“Caroline Lightwood, usted tiene que atarse a tres juramentos para poder llevarse la Copa, así el Ángel lo indica. Uno es a la Copa, de no perderla ni dejar que caiga en manos equivocadas. El segundo es a la Hermandad, de devolver la Copa y no usarla para tu beneficio. El tercero y último, es a Herman Herondale. Nunca te separarás de él mientras la Copa siga en tus manos. No hacer caso a los juramentos te causará la muerte. ”
Caroline solo tuvo que volver a recordar a sus padres para quitar la Copa de las manos al Hermano Silencioso.
“Te hare tres runas que te aten a los tres juramentos. Así el Ángel lo pide.”
Caroline se aparto el pelo de la nuca, el fuego de la estela le hizo cosquillas.
Ella no tuvo que ver -era muy difícil que se viera la nuca sin un espejo- para saber que tenía tres runas en triángulo. Una para la Copa, otra para la Ciudad Silenciosa y la otra para Herman Herondale.
Caroline vio que este la estaba viendo, pero mas le llamo la atención que tuviera la Espada Mortal en la mano. Ella bajo la vista hacia su propio instrumento mortal en su mano.
-Debemos subir. -le indico Herman. Caroline dio un respingo, no había notado que el estaba al lado de ella.
-Bien, vamos.
El Hermano Silencioso que los había llevado también los acompaño de regreso. Cuando estuvieron afuera, Katherine, Adalia y Amelia estaban esperándolos. Con la boca abierta.
¿Esas cosas son…?-empezó Amelia.
-Dos de los Instrumentos Mortales.-corroboró Herman.- Maellartach.-balanceó la espada para que todos la vieran.
-Y la Copa.-Caroline la alzó a la altura de su cabeza.
-¿Para qué necesitamos la Espada-Alma y la Copa?-inquirió Katherine.
Herman suspiró.
-Parece que tendremos que hacerle una visita a un brujo.-dijo.- Dieter Blasón.-
"Y yo pienso torturarlo con todos los cuchillos que tenga a mano", pensó Caroline.
Caroline solo había estado una vez en la Ciudad Silenciosa, por su ceremonia parabatai. Aunque no podía decir que siguiera siendo muy agradable.
Hoy cuando se llevaban el cadáver de James Herondale ella se había quedado en el cementerio con Herman –y para su sorpresa había llorado. Tal vez el si tuviera sentimientos.- un Hermano Silencioso había aparecido diciendo poder ayudar a Herman sobre Balban (el demonio mayor del engaño). Y ahora estaban de camino a la sala de los Hermanos Silenciosos.
Ahora Caroline hacía lo que podía para no tropezarse con el vestido mientras bajaba escalones con Herman al lado de ella con una antorcha en la mano. El hermano Silencioso iba, como su nombre indicaba, silencioso detrás de ellos.
Llegaron a la sala del Consejo. Había también antorchas alumbrando. Los Hermanos Silenciosos estaban como en un juicio, solo faltaba una silla para testificar. En el medio se encontraban tres hermanos, el del medio tenía enfrente la Copa Mortal, brillando tenuemente bajo la escasa luz. A la derecha, estaban 2 filas de lo que eran doce Hermanos Silenciosos, una fila frente a la otra. A la izquierda era igual. Todos estaban cubiertos por sus capuchas de color del pergamino. Detrás de las sillas del medio, estaba en la pared una espada hecha con el mismo material que los cuchillos seráficos. Obviamente, era la Espada Mortal, resplandeciendo más que todas las antorchas juntas.
El Hermano Silencioso del medio de en frente se paró y se levanto la capucha, revelando una cara sin ojos y con la boca cosida. Caroline reprimió un escalofrío mientras este hablaba en su mente.
"Hablaremos con vosotros por separado. Nada de lo que digan lo escuchará el otro, ni nada de lo que se les diga tampoco. Herman Herondale, usted hablará con la fila de la izquierda. Caroline Lightwood, usted con la de la derecha."
Caroline asintió sin mirar a ver si Herman había hecho lo mismo y fue con su fila. Los Hermanos Silenciosos empezaron a hablar dentro de su mente.
“Dieter Blasón.” Hablaron los veinticuatro. “Ese brujo lleva dos siglos causándonos problemas.”
Caroline pensó “¿Eh?”.
“El ha mandado a ese demonio, lo tiene bajo su control. Por lo que ahora, vosotros y la Hermandad tienen un enemigo en común.” Respondieron. “Tal vez esto le importe, Caroline Lightwood. Sus padres fueron engañados y asesinados por el brujo para atraer a Balban.”
Caroline miró al Hermano con incredulidad. Luego, el odio contra Dieter Blasón le ardió en la garganta, dándole ganas de gritar. Incluso en su mente, ella sonó fría y amenazante.
“En ese caso, hermano, cuente conmigo para mandar de regreso a ese brujo asqueroso de regreso al mundo infernal que pertenezca.”
El hermano asintió, luego, levanto la Copa Mortal.
“En ese caso, Caroline, necesitará esto.”
Ridículamente, ella se sorprendió más por el hecho de que no le dijera “Caroline Lightwood”.
Caroline tomo la copa más sorprendida que antes. Parecía normal, pero pesaba más de lo que pesaría una copa normal. Sin embargo, el hermano no había soltado la Copa.
“Caroline Lightwood, usted tiene que atarse a tres juramentos para poder llevarse la Copa, así el Ángel lo indica. Uno es a la Copa, de no perderla ni dejar que caiga en manos equivocadas. El segundo es a la Hermandad, de devolver la Copa y no usarla para tu beneficio. El tercero y último, es a Herman Herondale. Nunca te separarás de él mientras la Copa siga en tus manos. No hacer caso a los juramentos te causará la muerte. ”
Caroline solo tuvo que volver a recordar a sus padres para quitar la Copa de las manos al Hermano Silencioso.
“Te hare tres runas que te aten a los tres juramentos. Así el Ángel lo pide.”
Caroline se aparto el pelo de la nuca, el fuego de la estela le hizo cosquillas.
Ella no tuvo que ver -era muy difícil que se viera la nuca sin un espejo- para saber que tenía tres runas en triángulo. Una para la Copa, otra para la Ciudad Silenciosa y la otra para Herman Herondale.
Caroline vio que este la estaba viendo, pero mas le llamo la atención que tuviera la Espada Mortal en la mano. Ella bajo la vista hacia su propio instrumento mortal en su mano.
-Debemos subir. -le indico Herman. Caroline dio un respingo, no había notado que el estaba al lado de ella.
-Bien, vamos.
El Hermano Silencioso que los había llevado también los acompaño de regreso. Cuando estuvieron afuera, Katherine, Adalia y Amelia estaban esperándolos. Con la boca abierta.
¿Esas cosas son…?-empezó Amelia.
-Dos de los Instrumentos Mortales.-corroboró Herman.- Maellartach.-balanceó la espada para que todos la vieran.
-Y la Copa.-Caroline la alzó a la altura de su cabeza.
-¿Para qué necesitamos la Espada-Alma y la Copa?-inquirió Katherine.
Herman suspiró.
-Parece que tendremos que hacerle una visita a un brujo.-dijo.- Dieter Blasón.-
"Y yo pienso torturarlo con todos los cuchillos que tenga a mano", pensó Caroline.
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Maellartach está atada por runas y juramentos a Herman, no puede dársela a otra persona
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Localización : En la dirección ;)
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
como siempre... ASOMBROSOS!!!! ñ.ñ
aunque me obliguen a leer (eh, charly?!?!) vale la pena jeje ^^
y una cosa: you two, get a room! xD (dirigido a Mili y Charly)
aunque me obliguen a leer (eh, charly?!?!) vale la pena jeje ^^
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Zoé_Rocanlover- Mundano
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