Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
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MikuH
Mili Sánchez
Arcángel Azrael
Arcángel Raziel
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
-Yo pienso torturarlo con todos lo cuchillos que tenga a mano- U.u eso me gusta!
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Vampiro tenías que ser xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Sangre y cuchillos , mis dos cosas favoritas!!XD
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
vení al chat, loca rematada >.<
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
y tengo el capitulo escrito desde ayer pero dedalin no ha terminado
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
xD paciencia paciencia
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Ojala la espera valga la penaXD!
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
la vale mañana cuelgo, iba a colgar hoy pero se me fue la luz y los yankees me están jodiendo con que vaya a jugar un juego S:
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
estoy empezando a odiar a esos yankees xD
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
poor yankees xD
ven al msn si puedes xD
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Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
estoy en el xD crees q debería publicar mi capi a pesar de todo?
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
estas, dices? no te veo :S
espera a mañana porfa que sino confundiremos xD
espera a mañana porfa que sino confundiremos xD
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Capítulo 12
Herman se sentó a la mesa.
La noche había llegado demasiado pronto. No había tenido tiempo de acostumbrarse a Maellartach. No era lo mismo pelear con una espada que hacerlo con cuchillos, no digamos ya hacerlo con la Espada-Alma.
Katherine le había pedido a gritos que se la prestara “¡Vamos, déjame al menos balancearla!” pero Herman no podía dársela. Los Hermanos Silenciosos lo obligaban a ello. Casi podía sentirlos vigilándolo a través de las runas que quemaban en su piel desde hacía unas horas.
La cena de ese día era la de la bienvenida de Caroline. Habían tenido que posponerla debido a la muerte de James.
Maellartach estaba atada a su espalda.
Le incomodaba la espada ahí donde la llevaba, como también le incomodaba sentarse, ahora, a la cabecera de la mesa. Era ya la cuarta vez que lo hacía, pero todavía no lograba acostumbrarse.
Y entonces llegaron los criados.
Dejaron en la mesa las bandejas tapadas que traían y las destaparon. El olor a pavo le llegó a Herman incluso antes de que retiraran las tapas.
Pero él no tenía hambre. Había pasado el día en la sala de entrenamiento con las puertas trancadas para que nadie lo molestara, ni siquiera su madre. Maellartach era sencillamente la mejor espada que pudiera existir jamás. No había nada que se le pareciera, al menos no que Herman hubiera probado antes. Cuando la empuñaba, sus runas parecían adquirir un brillo más fuerte. Podía sentir extremadamente lo que sucedía a su alrededor cuando la empuñaba, podía saber exactamente cómo bloquear un ataque si se lo lanzaban, eso lo había practicado con Amelia a solas. Resumiéndolo, y repitiendo lo obvio, Maellartach no tenía igual.
Y todo eso lo había hecho para no pensar en su padre. Lo había dejado al mando de una familia con visitantes y él ni siquiera era considerado un adulto aún. Y todo eso le hacía deponer el hambre.
Se quedó allí, más por respeto que por otra cosa, barriendo a todos con la mirada.
Amelia estaba, le pareció, obligándose a comer. Sus ojos parecían húmedos a la luz de las velas, y se tomaba tanto tiempo como podía para masticar y tragar.
La recordó el día de la ceremonia de parabatais en la Ciudad Silenciosa, cuando los Hermanos habían unido el alma de ella con de él y la runa había quemado en la piel de su brazo derecho.
Desvió la mirada a su madre y se detuvo a pensar en su infancia.
Se recordaba a los ocho años, correteando por el patio del jardín, observando a las hadas paseándose plácidamente por entre los arbustos y cosas por el estilo. Había entrado accidentalmente –cuando fue de noche- en la Corte Seelie de Italia y poco después había llegado su padre, gritándole cosas en latín como “Quid hic agis? -¿Qué haces aquí?-”, o “Ego dixi vobis non agere in nocte stagnum –Te dije que no te metieras de noche en la laguna-”, u otras cosas parecidas.
Pensar le provocó una punzada aguda de dolor. Desvió la mirada hacia Caroline, que estaba comiendo sin decir ni “a”.
Tenía los pelos recogidos detrás de la nuca, pero igual le tapaban el cuello. Sus ojos verdes estaban clavados en el plato que tenía delante. Adalia le había permitido llevar los brazos al descubierto si quería, y las cicatrices de sus Marcas brillaban por culpa de las velas.
No supo por qué, pero al mirarla sintió que su estómago rugía hambriento. Se sirvió un poco de pavo y empezó a comer en silencio.
Mientras comía se puso a repasar mentalmente lo que había sucedido en los últimos dos días.
Había matado a un demonio behemot demasiado cerca del Vaticano, para empezar. Luego se había peleado con repudiados de una forma extraña. Casi no los había oído llegar, y para colmo Katherine había resultado desmayada en ese encuentro. Tras eso, se habían encontrado con el vampiro que luego resultó ser el Demonio Mayor del engaño, Balban. A continuación fueron a ver a la vampiresa Herminia Fairchild. Tras eso, Balban se reveló.
>>Y luego, mi padre murió.<< pensó con amargura.
Después de que James muriera, había visto a su madre llorar de veras desconsolada, y para colmarlo todo, había llegado la nueva, Caroline Lightwood. Se preguntó cómo era posible que otra gente –y no estaba pensando en Caroline- no sufriera como sufría él en aquel momento, y pensó en hablar con Caroline. O sea, ella había perdido a sus padres y a su parabatai, todo al mismo tiempo. Sí, definitivamente tenía que hablar con ella, pero… ¿cómo empezar? Ni siquiera eso sabía. Todo había sucedido muy de repente. Se preguntó si le haría bien a ella hablar de aquella cuando al poco tiempo de perder a sus padres tuvo que presenciar un funeral de otra persona, que, además, era el padre de dos muchachos de casi su misma edad. ¿Qué sentía por ellos? ¿Pena, lástima? Herman no lo sabía bien.
Se quedó sentado allí observando a los demás comer en cuanto él terminó. Parecían tener hambre. No podía culparlos. La verdad era que él tenía hambre también, pero sabía que si seguía comiendo devolvería todo un rato más tarde. Las tripas le estaban crujiendo brutalmente, revueltas por el recuerdo de cómo había muerto su padre. Se limpió la boca con la servilleta y aguardó a que todos se levantaran, entonces se puso en pie.
Miró a Amelia y ella trabó mirada con él. Herman hizo un movimiento de cabeza hacia Adalia, que justo en ese momento estaba de espaldas, y asintió con la cabeza hacia la puerta.
Amelia asintió y enfrascó a su madre en una conversación sobre cosas de mujeres, y, lentamente, la llevó hasta la puerta y ambas desaparecieron.
Cuando Herman se volvió hacia Caroline, la vislumbró amontonando los platos y cubiertos y levantó una ceja.
Carraspeó.
Caroline levantó los ojos y por un momento pareció tener miedo de algo.
-¿Qué… hace aquí aún?-
Herman se apoyó en el respaldo de la silla y tamborileó allí con los dedos.
-Necesito…-se interrumpió y trago saliva, lanzándole una mirada mientras lo hacía.- hablarle.-declaró.
Caroline parpadeó unas cuantas veces, y Herman pensó que le tenía miedo.
-Si es por esto…-
Herman se dio cuenta de que ella pensaba que le pegaría por apilar los platos y los cubiertos. Pero no era así. Él veía eso como de mujer honrada, no de mujer esclava.
-No es eso.-dijo.- Que apile los platos y cubiertos me…-había estado a punto de decir “me trae sin cuidado”, pero se corrigió.- No es de eso de lo que quiero hablarle.-decidió decir.
Caroline suspiró aliviada.
-¿De qué, entonces?-preguntó.
>>Curiosamente, << pensó Herman, >>habla con tono amable.<<
-Es…um…-suspiró.- Estoy mal.-declaró.- La verdad, esto…la muerte de mi padre, quiero decir, me…-había bajado la cabeza mientras hablaba y no la había estado mirando, pero de pronto oyó sollozos.
Levantó la vista y allí estaba ella mirándolo con ojos marcados con líneas rojas y enjugados en lágrimas. Estaba haciendo esfuerzo por no llorar a lágrima viva.
Herman quiso consolarla de alguna forma, pero sencillamente no veía cómo. Rodearla con los brazos sería mal visto, apenas si se conocían. Ponerle una mano en el homnro y decir unas palabras no alcanzaba.
Para cuando se decidió, de todas formas, por abrazarla, Caroline ya se había secado los ojos con la manga y se mordía el interior del labio inferior para no llorar.
-Oh…-se oyó decir.- No, espere, lo siento, lo siento de veras, no pensé…-
-Da igual.-dijo Caroline lastimosamente.- Si… Si no le molesta, prefiero irme a la cama.-
-Adelante.-dijo Herman tras un momento de vacilación.
>>Mierda, Herman.<< se reprimió a sí mismo, >>Primera conversación que empezaba bien y ya estropeas todo.<<
Decidió, tras un rato, ponerse la ropa de Cazador de Sombras de Amelia e ir a la sala de entrenamiento. Tenía toda la noche por delante.
Herman se sentó a la mesa.
La noche había llegado demasiado pronto. No había tenido tiempo de acostumbrarse a Maellartach. No era lo mismo pelear con una espada que hacerlo con cuchillos, no digamos ya hacerlo con la Espada-Alma.
Katherine le había pedido a gritos que se la prestara “¡Vamos, déjame al menos balancearla!” pero Herman no podía dársela. Los Hermanos Silenciosos lo obligaban a ello. Casi podía sentirlos vigilándolo a través de las runas que quemaban en su piel desde hacía unas horas.
La cena de ese día era la de la bienvenida de Caroline. Habían tenido que posponerla debido a la muerte de James.
Maellartach estaba atada a su espalda.
Le incomodaba la espada ahí donde la llevaba, como también le incomodaba sentarse, ahora, a la cabecera de la mesa. Era ya la cuarta vez que lo hacía, pero todavía no lograba acostumbrarse.
Y entonces llegaron los criados.
Dejaron en la mesa las bandejas tapadas que traían y las destaparon. El olor a pavo le llegó a Herman incluso antes de que retiraran las tapas.
Pero él no tenía hambre. Había pasado el día en la sala de entrenamiento con las puertas trancadas para que nadie lo molestara, ni siquiera su madre. Maellartach era sencillamente la mejor espada que pudiera existir jamás. No había nada que se le pareciera, al menos no que Herman hubiera probado antes. Cuando la empuñaba, sus runas parecían adquirir un brillo más fuerte. Podía sentir extremadamente lo que sucedía a su alrededor cuando la empuñaba, podía saber exactamente cómo bloquear un ataque si se lo lanzaban, eso lo había practicado con Amelia a solas. Resumiéndolo, y repitiendo lo obvio, Maellartach no tenía igual.
Y todo eso lo había hecho para no pensar en su padre. Lo había dejado al mando de una familia con visitantes y él ni siquiera era considerado un adulto aún. Y todo eso le hacía deponer el hambre.
Se quedó allí, más por respeto que por otra cosa, barriendo a todos con la mirada.
Amelia estaba, le pareció, obligándose a comer. Sus ojos parecían húmedos a la luz de las velas, y se tomaba tanto tiempo como podía para masticar y tragar.
La recordó el día de la ceremonia de parabatais en la Ciudad Silenciosa, cuando los Hermanos habían unido el alma de ella con de él y la runa había quemado en la piel de su brazo derecho.
Desvió la mirada a su madre y se detuvo a pensar en su infancia.
Se recordaba a los ocho años, correteando por el patio del jardín, observando a las hadas paseándose plácidamente por entre los arbustos y cosas por el estilo. Había entrado accidentalmente –cuando fue de noche- en la Corte Seelie de Italia y poco después había llegado su padre, gritándole cosas en latín como “Quid hic agis? -¿Qué haces aquí?-”, o “Ego dixi vobis non agere in nocte stagnum –Te dije que no te metieras de noche en la laguna-”, u otras cosas parecidas.
Pensar le provocó una punzada aguda de dolor. Desvió la mirada hacia Caroline, que estaba comiendo sin decir ni “a”.
Tenía los pelos recogidos detrás de la nuca, pero igual le tapaban el cuello. Sus ojos verdes estaban clavados en el plato que tenía delante. Adalia le había permitido llevar los brazos al descubierto si quería, y las cicatrices de sus Marcas brillaban por culpa de las velas.
No supo por qué, pero al mirarla sintió que su estómago rugía hambriento. Se sirvió un poco de pavo y empezó a comer en silencio.
Mientras comía se puso a repasar mentalmente lo que había sucedido en los últimos dos días.
Había matado a un demonio behemot demasiado cerca del Vaticano, para empezar. Luego se había peleado con repudiados de una forma extraña. Casi no los había oído llegar, y para colmo Katherine había resultado desmayada en ese encuentro. Tras eso, se habían encontrado con el vampiro que luego resultó ser el Demonio Mayor del engaño, Balban. A continuación fueron a ver a la vampiresa Herminia Fairchild. Tras eso, Balban se reveló.
>>Y luego, mi padre murió.<< pensó con amargura.
Después de que James muriera, había visto a su madre llorar de veras desconsolada, y para colmarlo todo, había llegado la nueva, Caroline Lightwood. Se preguntó cómo era posible que otra gente –y no estaba pensando en Caroline- no sufriera como sufría él en aquel momento, y pensó en hablar con Caroline. O sea, ella había perdido a sus padres y a su parabatai, todo al mismo tiempo. Sí, definitivamente tenía que hablar con ella, pero… ¿cómo empezar? Ni siquiera eso sabía. Todo había sucedido muy de repente. Se preguntó si le haría bien a ella hablar de aquella cuando al poco tiempo de perder a sus padres tuvo que presenciar un funeral de otra persona, que, además, era el padre de dos muchachos de casi su misma edad. ¿Qué sentía por ellos? ¿Pena, lástima? Herman no lo sabía bien.
Se quedó sentado allí observando a los demás comer en cuanto él terminó. Parecían tener hambre. No podía culparlos. La verdad era que él tenía hambre también, pero sabía que si seguía comiendo devolvería todo un rato más tarde. Las tripas le estaban crujiendo brutalmente, revueltas por el recuerdo de cómo había muerto su padre. Se limpió la boca con la servilleta y aguardó a que todos se levantaran, entonces se puso en pie.
Miró a Amelia y ella trabó mirada con él. Herman hizo un movimiento de cabeza hacia Adalia, que justo en ese momento estaba de espaldas, y asintió con la cabeza hacia la puerta.
Amelia asintió y enfrascó a su madre en una conversación sobre cosas de mujeres, y, lentamente, la llevó hasta la puerta y ambas desaparecieron.
Cuando Herman se volvió hacia Caroline, la vislumbró amontonando los platos y cubiertos y levantó una ceja.
Carraspeó.
Caroline levantó los ojos y por un momento pareció tener miedo de algo.
-¿Qué… hace aquí aún?-
Herman se apoyó en el respaldo de la silla y tamborileó allí con los dedos.
-Necesito…-se interrumpió y trago saliva, lanzándole una mirada mientras lo hacía.- hablarle.-declaró.
Caroline parpadeó unas cuantas veces, y Herman pensó que le tenía miedo.
-Si es por esto…-
Herman se dio cuenta de que ella pensaba que le pegaría por apilar los platos y los cubiertos. Pero no era así. Él veía eso como de mujer honrada, no de mujer esclava.
-No es eso.-dijo.- Que apile los platos y cubiertos me…-había estado a punto de decir “me trae sin cuidado”, pero se corrigió.- No es de eso de lo que quiero hablarle.-decidió decir.
Caroline suspiró aliviada.
-¿De qué, entonces?-preguntó.
>>Curiosamente, << pensó Herman, >>habla con tono amable.<<
-Es…um…-suspiró.- Estoy mal.-declaró.- La verdad, esto…la muerte de mi padre, quiero decir, me…-había bajado la cabeza mientras hablaba y no la había estado mirando, pero de pronto oyó sollozos.
Levantó la vista y allí estaba ella mirándolo con ojos marcados con líneas rojas y enjugados en lágrimas. Estaba haciendo esfuerzo por no llorar a lágrima viva.
Herman quiso consolarla de alguna forma, pero sencillamente no veía cómo. Rodearla con los brazos sería mal visto, apenas si se conocían. Ponerle una mano en el homnro y decir unas palabras no alcanzaba.
Para cuando se decidió, de todas formas, por abrazarla, Caroline ya se había secado los ojos con la manga y se mordía el interior del labio inferior para no llorar.
-Oh…-se oyó decir.- No, espere, lo siento, lo siento de veras, no pensé…-
-Da igual.-dijo Caroline lastimosamente.- Si… Si no le molesta, prefiero irme a la cama.-
-Adelante.-dijo Herman tras un momento de vacilación.
>>Mierda, Herman.<< se reprimió a sí mismo, >>Primera conversación que empezaba bien y ya estropeas todo.<<
Decidió, tras un rato, ponerse la ropa de Cazador de Sombras de Amelia e ir a la sala de entrenamiento. Tenía toda la noche por delante.
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Capítulo 3: [C’s PoV]
Caroline miraba su cuchillo serafín, aburrida en la cama de su habitación. Finalmente, se paró y empezó a ponerse su traje de combate.
El traje de combate para las mujeres cazadoras de sombras en el año 1600 consistía en una camisa, un chaleco por encima de esta con capucha, unos pantalones y botas con suela robusta y sin tacón. La mayoría del traje estaba hecho de un material nada flexible y rustico al tacto. Era muy ajustado. Todo era negro.
Caroline ni se molestó en hacerse el típico moño, ya que se le vendría abajo con solo hacer el ejercicio de las vigas. “Años entrenando y todavía es incomodo”, pensó. Tampoco se llevo ningún arma, en la sala de entrenamiento había millonadas. Se metió la Copa Mortal dentro del chaleco.
Subió la escalera tratando de no hacer ruido, lo que era ridículo ya que las habitaciones estaban a 3 pisos abajo. Dio un respingo cuando vio el destello de un cuchillo serafín volando hacia la pared.
Al principio pensó que era Amelia, por el cabello negro y el traje de combate de mujer. Pero por el tamaño, se dio cuenta que era Herman.
El cuchillo se clavo hasta la empuñadura en la pared –las paredes eran como las de los manicomios, acolchadas- al mismo tiempo que él se volvía.
-¿Qué haces aquí? –preguntaron al mismo tiempo. Caroline sonrió burlona y el alzo una ceja. Ella se dirigió a la pared y tomo un cuchillo seráfico. Aunque se sintió plenamente consciente de que llevaba el pelo ondulado suelto.
-Entrenar. ¿Cómo usted, no? –dijo sarcástica y luego lanzo el cuchillo a la pared que se clavo al lado del que Herman acababa de lanzar. Luego, pregunto con verdadera curiosidad. -¿Por que usa ropa de combate de mujer?
-Me pongo en trabas a mí mismo. Es considerablemente más incómoda. –el arranco ambos cuchillos de la pared, cuando volvió junto a ella le tendió el cuchillo que ella había lanzado. - ¿Y desde cuando me tratas de ‘usted’?
-No pensaba que pudiera tutearle. –recordó encogiéndose de hombros.
-Hace bien en recordarlo.
Ella alzo una ceja.
-Tengo buena memoria, Hermy.
El no dijo nada y se dirigió a la pared. Caroline pensaba que traería más cuchillos serafines cuando trajo dos espadas. Una se la tendió a ella. El balanceo su propia espada y la miro desafiándola.
-Ahora a comprobar que enseñan en Idris.
****
-Eso es trampa. ¡Usó la Espada Mortal! –exclamó Caroline levantándose del suelo. El se encogió de hombros.
-Necesitaba practicar con ella.
-Claro, y vengarse por decirle Hermy.
Herman puso los ojos en blanco.
-¿No está cansada?
-La respuesta es un rotundo no.
El suspiró. –Bueno, tal vez podamos ir adelantando eso de la visita a Dieter Blasón.
****
-Herman, ¿estás bromeando? Son las cinco de la mañana. –gruño Amelia en la puerta de su habitación. Caroline trato de no comentar nada sobre sus ojos hinchados. También estaba despeinada, descalza y en camisón.
-Vamos Amy, no ganaremos nada retrasando el ir a visitar a ese brujo. –urgió Herman con aún la espada Mortal balanceándose en su mano. Caroline noto que increíblemente, Herman le hablaba a su hermana incluso con dulzura.
Amelia suspiró.
-Bien. Estoy lista en 5 minutos. –dijo ella cerrando la puerta y por el sonido que hacía, Caroline intuyó que iba a vestirse.
-¿Debería llevarme más armas? –le pregunto Caroline a Herman, el vio el cinturón de ella lleno de chakrams, cuchillos serafines y vio que llevaba un arco colgado al hombro.
-Vamos a interrogar a Dieter Blasón, tal vez llevarlo a la Ciudad Silenciosa, pero tampoco vamos a masacrarlo, Caroline.
Ella bajo la mirada al piso. Eso de la masacre era justo lo que pensaba hacer ella.
-¿Qué? –pregunto Herman mirándola frunciendo el ceño. Caroline abrió mucho los ojos al darse cuenta que había dicho eso en voz alta. Pero bueno, ya lo había dicho.
-El ha matado a mis padres. Para invocar a Balban. –siseo ella. Luego volteo la mirada hacia la puerta de otra habitación.
El cuchillo serafín que acababa de lanzar se clavo hasta la empuñadura en la madera.
****
Caroline solo podía ver las ciudades pasar a través del carruaje del instituto, mientras Amelia y Herman hablaban sobre la pelea de no sabía qué y lo que había hecho quien. Eso se le añadía a la incomodidad de tener que llevar sobre la ropa de combate un vestido. Pero bueno, si llevaba pantalón la podían quemar por bruja.
Sintió que le escocía algo en el antebrazo. Ella frunció el ceño y se levanto la manga del vestido, revelando sobre su piel blanca diversas Marcas. Sentía todavía el ardor… como si se estuviera pasando una runa permanente.
También había algo aleteando en su mente… pero no había sentido eso desde… no, no podía ser.
Se bajo la manga ligeramente mareada y volvió la vista hacia el cielo a través de las cortinas del carruaje. Pero no pudo evitar quedarse dormida.
****
-Caroline, ya llegamos. –llamó una voz. Ella abrió los ojos lentamente.
Dio un respingo cuando se dio cuenta que estaba sobre el hombro de Herman. Parpadeo varias veces –y no quería admitirlo, pero se ruborizó. –
-Voy. –mascullo mientras daba gracias al Ángel que estaba anocheciendo. Bajo rápidamente del carruaje y casi trotó hacia la entrada.
El lugar era un “restaurante” llamado ‘La Zorra Diurna’*, donde acostumbraban a servir carne para la comida y estaba en las afueras de Roma en los barrios bajos.
*La Zorra Diurna, de hecho, existió.
Dejó que Amelia y Herman fueran delante, ellos seguían hablando pero esta vez en susurros. Ella solo recorrió el establecimiento con los ojos. Era común y corriente, como no había luna llena cerca no había lobos rondando por ahí. Solo los jóvenes que tenían los ojos amarillos y las orejas más largas de lo normal. Seguramente que aquellos saldrían pronto.
Caroline trato de no ver si la miraban a ella, y gracias al vestido ella no tenía ninguna marca visible. Pero sabía, que con solo la mínima olfateada, ya podían mascullar “cazadores de sombras”.
Amelia fue hacia una esquina a hablar con la que era Katherine, la cual estaba sola en una mesa. Herman hablaba con un hombre lobo y Caroline solo capto “Excentrius”. El hombre lobo desapareció por una puerta, luego volvió trayéndose consigo al tal Excentrius, el cual era el hombre casi convertido en lobo que Caroline había visto cuando traían el cadáver de James Herondale el día que ella llego al Instituto.
Hecho esto, salieron del lugar. Caroline se preguntó en donde irían Katherine y Excentrius, ya que no cabían en un solo carruaje. Su duda fue aclarada cuando el hombre lobo volvió dentro, y aun desde afuera Caroline oyó algo parecido a “que me traigan un carruaje”.
-Mejor vayan adelantándose ustedes. –indico Katherine frunciendo el ceño y mirando las puertas del local. -¿Dónde vamos?
Herman miró el cielo que se oscurecía rápidamente. –El Coliseo. Tal vez Dieter haya pasado por ahí, o incluso Balban.
Caroline noto que Katherine y Amelia reflejaron un poco de miedo ante esta respuesta. Amelia, parecía querer llorar.
Caroline aparto la vista y miró hacia unos árboles. Vio moverse algo entre ellos. Ella noto el ardor sobre el antebrazo, más fuerte que antes. El aleteo de algo que parecía un recuerdo permaneció en su mente.
De entre los árboles salió un chico. Tenía un cuerpo atlético, ojos que brillaban como siempre de un color entre verde y marrón, que no sabías exactamente qué color era. Su cabello, era un marrón oscuro que tendía a rizarse.
A Caroline se le aflojaron las piernas. Cayó de rodillas, sin importarle el estado del vestido.
-¿Santiago? –susurró, el nombre de su parabatai resonando en su mente.
Caroline miraba su cuchillo serafín, aburrida en la cama de su habitación. Finalmente, se paró y empezó a ponerse su traje de combate.
El traje de combate para las mujeres cazadoras de sombras en el año 1600 consistía en una camisa, un chaleco por encima de esta con capucha, unos pantalones y botas con suela robusta y sin tacón. La mayoría del traje estaba hecho de un material nada flexible y rustico al tacto. Era muy ajustado. Todo era negro.
Caroline ni se molestó en hacerse el típico moño, ya que se le vendría abajo con solo hacer el ejercicio de las vigas. “Años entrenando y todavía es incomodo”, pensó. Tampoco se llevo ningún arma, en la sala de entrenamiento había millonadas. Se metió la Copa Mortal dentro del chaleco.
Subió la escalera tratando de no hacer ruido, lo que era ridículo ya que las habitaciones estaban a 3 pisos abajo. Dio un respingo cuando vio el destello de un cuchillo serafín volando hacia la pared.
Al principio pensó que era Amelia, por el cabello negro y el traje de combate de mujer. Pero por el tamaño, se dio cuenta que era Herman.
El cuchillo se clavo hasta la empuñadura en la pared –las paredes eran como las de los manicomios, acolchadas- al mismo tiempo que él se volvía.
-¿Qué haces aquí? –preguntaron al mismo tiempo. Caroline sonrió burlona y el alzo una ceja. Ella se dirigió a la pared y tomo un cuchillo seráfico. Aunque se sintió plenamente consciente de que llevaba el pelo ondulado suelto.
-Entrenar. ¿Cómo usted, no? –dijo sarcástica y luego lanzo el cuchillo a la pared que se clavo al lado del que Herman acababa de lanzar. Luego, pregunto con verdadera curiosidad. -¿Por que usa ropa de combate de mujer?
-Me pongo en trabas a mí mismo. Es considerablemente más incómoda. –el arranco ambos cuchillos de la pared, cuando volvió junto a ella le tendió el cuchillo que ella había lanzado. - ¿Y desde cuando me tratas de ‘usted’?
-No pensaba que pudiera tutearle. –recordó encogiéndose de hombros.
-Hace bien en recordarlo.
Ella alzo una ceja.
-Tengo buena memoria, Hermy.
El no dijo nada y se dirigió a la pared. Caroline pensaba que traería más cuchillos serafines cuando trajo dos espadas. Una se la tendió a ella. El balanceo su propia espada y la miro desafiándola.
-Ahora a comprobar que enseñan en Idris.
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-Eso es trampa. ¡Usó la Espada Mortal! –exclamó Caroline levantándose del suelo. El se encogió de hombros.
-Necesitaba practicar con ella.
-Claro, y vengarse por decirle Hermy.
Herman puso los ojos en blanco.
-¿No está cansada?
-La respuesta es un rotundo no.
El suspiró. –Bueno, tal vez podamos ir adelantando eso de la visita a Dieter Blasón.
****
-Herman, ¿estás bromeando? Son las cinco de la mañana. –gruño Amelia en la puerta de su habitación. Caroline trato de no comentar nada sobre sus ojos hinchados. También estaba despeinada, descalza y en camisón.
-Vamos Amy, no ganaremos nada retrasando el ir a visitar a ese brujo. –urgió Herman con aún la espada Mortal balanceándose en su mano. Caroline noto que increíblemente, Herman le hablaba a su hermana incluso con dulzura.
Amelia suspiró.
-Bien. Estoy lista en 5 minutos. –dijo ella cerrando la puerta y por el sonido que hacía, Caroline intuyó que iba a vestirse.
-¿Debería llevarme más armas? –le pregunto Caroline a Herman, el vio el cinturón de ella lleno de chakrams, cuchillos serafines y vio que llevaba un arco colgado al hombro.
-Vamos a interrogar a Dieter Blasón, tal vez llevarlo a la Ciudad Silenciosa, pero tampoco vamos a masacrarlo, Caroline.
Ella bajo la mirada al piso. Eso de la masacre era justo lo que pensaba hacer ella.
-¿Qué? –pregunto Herman mirándola frunciendo el ceño. Caroline abrió mucho los ojos al darse cuenta que había dicho eso en voz alta. Pero bueno, ya lo había dicho.
-El ha matado a mis padres. Para invocar a Balban. –siseo ella. Luego volteo la mirada hacia la puerta de otra habitación.
El cuchillo serafín que acababa de lanzar se clavo hasta la empuñadura en la madera.
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Caroline solo podía ver las ciudades pasar a través del carruaje del instituto, mientras Amelia y Herman hablaban sobre la pelea de no sabía qué y lo que había hecho quien. Eso se le añadía a la incomodidad de tener que llevar sobre la ropa de combate un vestido. Pero bueno, si llevaba pantalón la podían quemar por bruja.
Sintió que le escocía algo en el antebrazo. Ella frunció el ceño y se levanto la manga del vestido, revelando sobre su piel blanca diversas Marcas. Sentía todavía el ardor… como si se estuviera pasando una runa permanente.
También había algo aleteando en su mente… pero no había sentido eso desde… no, no podía ser.
Se bajo la manga ligeramente mareada y volvió la vista hacia el cielo a través de las cortinas del carruaje. Pero no pudo evitar quedarse dormida.
****
-Caroline, ya llegamos. –llamó una voz. Ella abrió los ojos lentamente.
Dio un respingo cuando se dio cuenta que estaba sobre el hombro de Herman. Parpadeo varias veces –y no quería admitirlo, pero se ruborizó. –
-Voy. –mascullo mientras daba gracias al Ángel que estaba anocheciendo. Bajo rápidamente del carruaje y casi trotó hacia la entrada.
El lugar era un “restaurante” llamado ‘La Zorra Diurna’*, donde acostumbraban a servir carne para la comida y estaba en las afueras de Roma en los barrios bajos.
*La Zorra Diurna, de hecho, existió.
Dejó que Amelia y Herman fueran delante, ellos seguían hablando pero esta vez en susurros. Ella solo recorrió el establecimiento con los ojos. Era común y corriente, como no había luna llena cerca no había lobos rondando por ahí. Solo los jóvenes que tenían los ojos amarillos y las orejas más largas de lo normal. Seguramente que aquellos saldrían pronto.
Caroline trato de no ver si la miraban a ella, y gracias al vestido ella no tenía ninguna marca visible. Pero sabía, que con solo la mínima olfateada, ya podían mascullar “cazadores de sombras”.
Amelia fue hacia una esquina a hablar con la que era Katherine, la cual estaba sola en una mesa. Herman hablaba con un hombre lobo y Caroline solo capto “Excentrius”. El hombre lobo desapareció por una puerta, luego volvió trayéndose consigo al tal Excentrius, el cual era el hombre casi convertido en lobo que Caroline había visto cuando traían el cadáver de James Herondale el día que ella llego al Instituto.
Hecho esto, salieron del lugar. Caroline se preguntó en donde irían Katherine y Excentrius, ya que no cabían en un solo carruaje. Su duda fue aclarada cuando el hombre lobo volvió dentro, y aun desde afuera Caroline oyó algo parecido a “que me traigan un carruaje”.
-Mejor vayan adelantándose ustedes. –indico Katherine frunciendo el ceño y mirando las puertas del local. -¿Dónde vamos?
Herman miró el cielo que se oscurecía rápidamente. –El Coliseo. Tal vez Dieter haya pasado por ahí, o incluso Balban.
Caroline noto que Katherine y Amelia reflejaron un poco de miedo ante esta respuesta. Amelia, parecía querer llorar.
Caroline aparto la vista y miró hacia unos árboles. Vio moverse algo entre ellos. Ella noto el ardor sobre el antebrazo, más fuerte que antes. El aleteo de algo que parecía un recuerdo permaneció en su mente.
De entre los árboles salió un chico. Tenía un cuerpo atlético, ojos que brillaban como siempre de un color entre verde y marrón, que no sabías exactamente qué color era. Su cabello, era un marrón oscuro que tendía a rizarse.
A Caroline se le aflojaron las piernas. Cayó de rodillas, sin importarle el estado del vestido.
-¿Santiago? –susurró, el nombre de su parabatai resonando en su mente.
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Excelent, sis! más tarde escribo
Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Arcángel Raziel- Jace Herondale
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Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
y yo tengo q escribir despues de eso xD
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
La recordó el día de la ceremonia de parabatais en la Ciudad Silenciosa, cuando los Hermanos habían unido el alma de ella con de él y la runa había quemado en la piel de su brazo derecho.
Aaah , que dulce!!!
Sin cuchillos y sin sangre , pero esta que mata!!!
-¿Santiago? –susurró, el nombre de su parabatai resonando en su mente.
WTF??no era que estaba muerto?, lo que estaran escribiendo ustedes dos!!Esta re-bueno el capitulo Mili:)
Aaah , que dulce!!!
Sin cuchillos y sin sangre , pero esta que mata!!!
-¿Santiago? –susurró, el nombre de su parabatai resonando en su mente.
WTF??no era que estaba muerto?, lo que estaran escribiendo ustedes dos!!Esta re-bueno el capitulo Mili:)
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
ese es el quid, mica, ese es el quid xD
y gracias
y gracias
Re: Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))
Soy así, Mica, hago magia con la escritura : ]
xD
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Arcángel Raziel- Jace Herondale
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