Cazadores de Sombras: Ciudad de los Muertos (por Dédalo y Mili_Shadowhunter (ella a partir del capítulo 8 de Dédalo))

(y)

A que no se esperaban a ese demonio, eh!! xD

hijo ptaaaa (al demonio) que coñe hace cogiéndome!?!? u.U" le reviento la cara en cuando vuelva al sentido ¬¬

sí claro, lo vas a matar y todo

muy bueno, muy bueno ^^

bien de que ni la puta mitad entendía, pero ya qué... xD me gustó ;D jaja

Capítulo 8

Excentrius no pudo responder. En ese mismo momento, el cuerpo de Katherine cayó sobre el suyo y su nuca le pegó en la frente. Tras eso, estando el lobo a medias consiente, Balban los lanzó a ambos al suelo.
Si el demonio hubiera tenido cara propiamente dicha, habría sonreído.
Con un aullido de ferocidad, Excentrius saltó sobre él.

* * *

Herman se lanzó contra la puerta con el hombro por enésima vez. La puerta no se movió. Si volviese a golpear, se rompería el brazo.
La vampiresa bostezó.
-Hay otro modo de salir, Cazador de Sombras.-dijo.- Si tan sólo confiaran en mí…-James la interrumpió.
-Pero no confiamos plenamente.-le dijo.
Amelia pateó el suelo, frustrada.
-Padre, sin ella no saldremos de aquí nunca.-
Su padre la observó un momento.
-Yo no estoy dispuesto a…-
-Pues entonces quédate aquí.-le soltó de repente.- Yo me voy con ella. ¿Y tú, Herman?-
Él la miró.
-Bueno, no sé si debería desobedecer a un Cazador de Sombras de la talla de papá, pero mi juramento me ata a ti, Amelia, así que quiera o no, debo seguirte.-recordó que siempre eso había sorprendido a los mundanos. O sea, no es muy común que dos hermanos estén de acuerdo en algo, y Herman y Amelia siempre estaban de acuerdo, así que los mundanos se los quedaban mirando maravillados, como pensando “Ojalá mis hijos fueran como ellos”.
Amelia suspiró.
-Así que vienes obligado.-dijo.- Podrías obligarme a quedarme aquí.-añadió.
Herman soltó un bufido.
-Yo no obligo a las mujeres a nada.-dijo.
Amelia sonrió.
-Ah, pero yo te obligo a…-se detuvo, dándose cuenta de que su padre estaba ahí, y fingió una rabieta.
Herman terminó la frase mentalmente.
>>Me obligas a matar a tus pretendientes mundanos.<<
Cinco minutos más tarde, todos estaban siguiendo a la vampiresa a través de unos túneles. Iban arrastrándose, dado que ni siquiera cabían agachados. Herman iba detrás, Amelia detrás de él y James iba el último.
Se arrastraron por túneles durante más o menos media hora, preguntándose dónde estaban Katherine y Excentrius; si Ragnor Fell seguiría allí esperándolos; si su madre en serio había hecho caso a su padre y se había vuelto al Vaticano; si la vampiresa no lo estaba llevando a una trampa…
Hasta que de pronto la vampiresa salió la línea de visión de Herman, y él pudo ver que el túnel desembocaba en una sala.
El cuerpo de Katherine estaba tirado en un rincón, sobre una farda de heno. Por qué había heno allí, sólo vampiresa podía saberlo, y nadie le preguntó. Excentrius estaba echado en un rincón.
Herman fue hasta él y le puso una hombro.
El hombre lobo levantó la cabeza y lo miró un momento antes de hablar. Cuando lo hizo, su voz sonó cansada.
-El vampiro…-susurró.- Ha sido el vampiro…-
-Uno de mi clan?-inquirió Herminia.- Les he dicho muchas veces que no deben molestar a los licántropos, y lo tienen en claro. Es imposible que…-pero Excentrius la interrumpió.
-¡TE ESTOY DICIENDO QUE SÍ!-aulló Excentrius.
Hizo una mueca de dolor y se agarró el hombro.
-Ese estúpido vampiro tuyo.-volvió a quejarse.
Herminia entrecerró los ojos. Herman casi pareció creer que no le creía, pero la vampiresa se veía inexpresiva incluso con los ojos entrecerrados.
-Dime.-le dijo.- ¿Dónde está ahora?-
Excentrius rió con satisfacción.
-Ahí.-
Señaló a un rincón oscuro.
Allí había un cuerpo que se retorcía, y no parecía poder hacer nada más que eso. Herman fue hasta allí y se arrodilló.
-Pero…-se interrumpió, entrecerrando los ojos.- A ver, padre, ven acá con tu luz mágica.-
Y su padre lo hizo. Amelia lo siguió.
Cuando James hizo uso de la luz mágica, todos se llevaron una sorpresa, salvo, por supuesto, Herminia, que ya estaba mostrando sus colmillos.
-¡Excentrius!-
Herman le quitó un pedazo de trapo de la boca.
-¡Es una trampa!-aulló, incluso antes de que le quitaran el trapo.- ¡Es Balban, el Demonio del engaño!-
Todos se volvieron hacia el otro Excentrius, que ya estaba cambiando de forma en medio de unas cuantas risotadas.
-¡Qué estúpidos son los humanos!-dijo el falso Excentrius.
De pronto su forma era distinta, casi como humo. Tenía un cráneo reseco por cabeza y en las cuencas de sus ojos brillaba algo parecido a una llama.
-¿Conque Demonio del engaño, eh?-se burló la vampiresa.- A mí no me has hecho caer.-le soltó.- Conozco a cada uno de mis vampiros y polluelos.-Sus colmillos se hicieron visibles, y Balban soltó una carcajada –o algo parecido-.
-Me das risa, mujer.-le dijo.- ¿No te has preguntado por qué tus ojos se volvieron rojos o tu piel se hizo más azulada que la del resto?-
-Yo sé…-
-No.-le espetó el demonio.- No tienes idea. Desde que saliste de tu tumba hace cien años, tienes más sangre de demonio que de cualquier otra cosa, y eso no lo puedes cambiar.
Entonces Herminia enfureció hasta el límite y saltó sobre él.

jajajajajajaj mola roll: pero sacame del suelo y hazle que le reviente la cara a ese bfuhjersdoxóp

Mónicaaaaa, no puedes matar a Balban!!! xD

Ya sé que le tienes bronca, pero no puedes!!! xD

Prólogo [Caroline's POV] :
Caroline Lightwood hizo lo que pudo para no venirse abajo por las lágrimas. No por nada se había ganado él ser marcada.
El Inquisidor seguía hablando bobadas, pero Caroline simplemente no podía oírlo. Sentía las piernas como si solo tuviera gelatina. Su boca se encontraba seca, y su cerebro solo podía repetir una y otra vez los mismos pensamientos. “Primero tu parabatai, luego tus padres. ¿Cuáles otras personas que quieras morirán, eh Caroline?”.
Trato de seguir oyendo al Inquisidor.
-Caroline, unos antiguos amigos de tus padres, James y Adalia Herondale, se han ofrecido a cuidarte hasta que cumplas los dieciocho. Son directores del Instituto del Vaticano. –le informo el Inquisidor. El siempre había sido amigo de sus padres, por lo que le había llevado la noticia el mismo.
El labio de Caroline tembló.
-¿Me voy… al Vaticano? –pregunto sin poder creérselo. Idris era su hogar desde que había nacido. ¿Cómo sería su vida sin el aire limpio de Alacante? ¿La sensación de seguridad que le proporcionaban las torres demonio cuando no viajaba? Y ahora ya no tendría nada de eso.
La expresión del Inquisidor se oscureció más de lo normal.
-Al menos hasta los dieciocho. Un carruaje te pasará recogiendo por tu casa en media hora.
Caroline se oyó diciendo unas palabras a lo lejos y antes de darse cuenta se estaba tambaleando en el camino de regreso del Gard. Miró el carruaje negro que se encontraba enfrente de ella. Levanto su falda con impaciencia y se metió dentro.
-La casa de los Lightwood en Princewater. –informó al cochero y luego se recostó contra el asiento. Enterró su cara entre las manos.
Trato por unos minutos en calmarse. Pero no podía. Había algo de su interior que no la permitía calmarse. Nunca lo haría. Caroline Lightwood estaba rota por dentro.
¿Podría lo roto volver a ser reparado?
****
Caroline se quedo mirando la enorme iglesia que se alzaba en frente a ella. Se preparaba para abrir la puerta cuando la puerta se abría.
Una mujer estaba en frente a ella. Parecía tener unos 40 años, y era esbelta acompañada de una estatura baja. Sus ojos eran de un azul cristalino. Caroline los definiría como “azul como el cielo del infierno”.
Su cabello estaba sujeto por un moño moreno. Su expresión decía que era una mujer fuerte y luchadora, pero no tenía marcas de ningún tipo. Aunque también su expresión decía cansancio –bueno, era la hora del amanecer- y preocupación.
-Señorita Lightwood. –saludo la mujer con una sonrisa. Aunque sus ojos representaban otra cosa. –Ha llegado antes de lo esperado… pero venga, que la llevare a su habitación. Me llamo Adalia Herondale, pero por favor, llámame Adalia.
Caroline se sorprendió un poco. Pensaba que la recibiría un criado y luego les provocaba a todos un paro cardíaco en el desayuno.
-Un gusto conocerla, señora Heron… Adalia. –se corrigió en el último instante.
-Ave atque vale a tus padres, Caroline Lightwood. –la sonrisa de Caroline se desvaneció. No dijo nada. –Vamos, te llevare a tu habitación. Mis hijos y mi marido han salido, pero volverán dentro de po…
Las puertas del Instituto se volvieron a abrir. Por ella entraron un hombre medio transformado en lobo; dos chicas cazadoras marcadas, una de ojos azules igual a los de Adalia y con cabello negro, y una más pequeña con pelo oscuro y ojos verdes; y un chico con ojos avellana y moreno al que Caroline se quedaría mirando si no fuera por la bolsa negra que estaban llevando.
Los ojos de Adalia estaban horrorizados y tenía la boca abierta. Pero solo salió una palabra.
-James. –susurro, y se echo a llorar.

molaaaaa!!! pero que ponga prologo después de 7 capítulos es ¿raro? xD

entonces lo cambiamos por "Prologo [CAROLINE'S POV]" xD

Yay! xD

(cita de Tyson en tSoN xD)

Capitulo 8: Wow Me fascino , esta archi-guay
Prologo de Caroline: Esta que mata!

obvio jajajajaja

ajajja , forever and ever!

xD

soy un crack xD

Bueno, siempre te he dicho que escribes bien

gracias bro [:

muy buenos... jaja

pero a ver, entonces James se muere? -.-' cómo así? D:

en mi próximo cap

Capítulo 9

Y Balban desapareció con un parpadeo. Había reaparecido detrás de ella, y, en medio de una risotada maníaca, le lanzó un puñetazo a la cara.
Más rápido que la luz, Herman hizo caso omiso de su padre, que le decía que no se metiera en combate, y saltó sobre Balban.
-¡Qué tal esto, Demonio!-aulló.
A una velocidad imposible sacó un cuchillo serafín de su cinturón y le dio el nombre de “Israfiel” y lo bajó con violencia sobre el cráneo de Balban… pero él fue mucho, muchísimo, más rápido.
Sus dos brazos superiores se cerraron alrededor de la garganta de Herman y lo lanzaron contra la pared. Cuando golpeó, supo que se había roto, al menos, cuatro costillas.
Oyó gritos de Amelia y James, y entonces Herminia se interpuso entre él y el Demonio Mayor.
Balban rió.
-No pueden matarme. Ningún hombre ni subterráneo puede matarme.-se mofó.- Ni siquiera tú.-se volvió a James.
Y, con un horror que no había sentido nunca, absolutamente nunca en su vida, comprendió lo que iba a pasar incluso antes de que Balban se girara por completo y saltara sobre James.
Sus brazos superiores se cerraron sobre la garganta del padre de Herman, y él contuvo el impulso de lanzarle Israfiel a Balban.
Y contempló la escena con horror.
Los brazos inferiores de Balban atraparon, uno, a Amelia, y el otro, a Herminia. Herman, todavía echado sobre la pared y con la vista un tanto nublada a causa del golpe y las costillas rotas, intentó incorporarse, pero inmediatamente cayó al suelo. Metió lentamente la mano en su cinturón, en busca de su estela. Tan lentamente como pudo para que Balban no se diera cuenta.
-Tú eliges.-dijo el demonio.
-¿Elijo qué?-preguntó Herman para ganar tiempo.
-Mira.-le dijo.- Puedes hacerte el idiota todo lo que quieras. Ya sé que intentarás trazarte un iratze… no intentaré detenerte.-añadió, como si la idea le diera asco.- Planeo matarte de todos modos, tanto por dentro como por fuera.-lanzó un resoplido divertido.- Elige.-volvió a decir.- Tu padre… o tu hermana y la vampiro medio demonio. ¿Qué vale más?-inquirió, paseándose por la habitación con los tres en sus manos.-¿La vida de un padre…-hizo una pausa y miró a James. Luego se desvió a Amelia y Herminia.- o la vida de una Cazadora inútil y una submundo?-se detuvo un momento y volvió a mirar a Herman.
Herman se detuvo en seco. A la mierda con trazarse una iratze, si se movía de nuevo mataría a todos.
-¿Y bien?-inquirió Balban.- No tengo todo el día, ¿sabes?-
Herman se detuvo a pensar. No le importaba la vampiresa, pero amaba tanto a su padre como a Amelia, y era algo que no podía decidir, ni siquiera si supiera con certeza que el uno o el otro moriría allí mismo en ese momento…
Y entonces algo se movió entre las sombras.
Una silueta de un hombre que, minutos atrás, había estado tumbado semiconsciente en el suelo, y que, ahora, estaba a medio camino de ser un lobo. Excentrius.
Él le hizo señas, y Herman captó el mensaje.
Por desgracia, decidió mofarse de Balban.
-Ninguno.-le dijo, confiado y burlón.
El Demonio pareció aturdido durante un momento, pero entonces se dio la vuelta y vio a Excentrius.
Y entonces fue como si a Herman le hubieran dado un golpe que lo desarmó en pedazos.
Fue como un estallido que sacudió su mundo y lo desarmó en pedazos.
Nunca jamás se había sentido así, y nunca jamás, salvo que le pasara algo a alguien que amaba, ya fuera familiar o pareja, volvería a sentirse.
Balban soltó a Amelia y Herminia y agarró a James por las piernas con una mano. Le dio un puñetazo a Excentrius y, mientras él chocaba con fuerza contra la pared de tierra, lo agarró por las pies con otra mano.
Lo que sucedió a continuación fue una atrocidad.
Balban alargó los brazos.
-¡No!-aullaron Amelia y Herman al mismo tiempo.
Herminia profirió una exclamación aguda sobre Demonios Mayores y dónde podían irse a vivir en lugar de este mundo.
Por un fugaz momento, Herman pudo ver la cara de su padre.
-Cuida de tu hermana y tu madre. Ahora tú eres el hombre.-le dijo a los apurones.
Y entonces Balban chocó el cuerpo de James contra el de Excentrius y a una velocidad tremenda y con una fuerza que sería capaz de matar a un elefante.
Fue un golpe seco, como de un estallido, que resonó en los oídos de Herman, Herminia y Amelia durante un rato, incluso después de haber salido de la guarida de los vampiros.
Después de que muchísima sangre saltara por todas partes, Herman supo que su padre ya nunca volvería a respirar.
En cuanto el Demonio Mayor soltó el cuerpo y lo dejó caer sobre el suelo con brusquedad, Herman y Amelia corrieron hasta él.
Herman fue vagamente consciente de que la vampiresa Herminia peleaba con ferocidad con Balban, pero él estrelló sus cuatro puños, en el estómago y el pecho de ella, y la lanzó contra la puerta de la sala, que se salió de sus bisagras y voló por los aires.
Inmediatamente comenzaron a llegar vampiros, y ahí sucedió la verdadera masacre. Todos vieron a su líder caída, y medio muerta, y saltaron sobre Balban. Un gran error. Él los liquidó a todos sin mucho esfuerzo.
Y finalmente se volvió hacia los Cazadores de Sombras otra vez. Chasqueó los dedos y Katherine respiró súbitamente.
Balban sonrió.
-Les conviene no volver a cruzarse conmigo.-dijo.- Tengo órdenes de no matar ni a ti, -señaló a Herman.- ni a ella,-señaló a Amelia.- ni a la hermana del hombre lobo.-añadió.
Herman, sin embargo, se puso de pie. Recuperando el control sobre sí mismo, e incluso con las costillas rotas, se las arregló para tomar a Israfiel del suelo y lanzárselo a Balban con un grito de odio, pero el Demonio Mayor desapareció en una nube de polvo sin decir ni hacer nada más.
Amelia lloraba contra el pecho ensangrentado de su padre. Katherine, crispada por el dolor y el odio, sacudía a Excentrius con desesperación.
Herman dudaba que el hombre lobo estuviera muerto, pero su padre sin duda lo estaba. Tenía la cara y todo el cuerpo recubierto de sangre, sin mencionar todos los huesos rotos.
Excentrius resultó estar vivo, pero se quedó recostado un largo rato mientras sus huesos se reponían.
Mientras todo eso sucedía, a Herman le llegó una vez que venía del pasillo. Una voz que hacía poco había oído por primera vez.
Herminia.
Y pedía ayuda. ¿Qué podría necesitar un vampiro además de…?
Claro. ¿Cómo podía ser tan estúpido?
Herminia necesitaba sangre. Y ellos tenían mucha… de un muerto. Por mucho que ese muerto fuera su padre, podía salvar a Herminia, y eso le proporcionaría un aliado en todo lo que estaba por venir.
Se giró hacia Amelia y la miró directo a los ojos, preparándose para hablar.

ahora me toca a mi